Aproximación a una realidad sobrevenida
Una de las imágenes que tienes en mente cuando viajas a la zona del Sahel es la que imprime la sequía en el paisaje, que afecta especialmente a la zona norte de Senegal.
Y, quien dice paisaje, dice paisanaje, y dice cultivos que sucumben ante el avance del desierto, y personas que emigran sin rumbo fijo.
Porque la sequía se va agravando a medida que lo hace el cambio climático, lo que se hace visible con el avance, centímetro a centímetro, año a año, del desierto.
Sin ir más lejos, el Sáhara se ha expandido un 10% en los últimos 100 años, amenazando la supervivencia de cultivos como el cacahuete, del cual dependen muchas familias en Senegal.
Drama humano, ambiental, económico. Lo más hiriente es que países como Senegal sufren las consecuencias del calentamiento global sin ser responsables del mismo: sus emisiones de CO2 son de 0,68 toneladas por habitante y año, frente a, por ejemplo, nuestras 5 toneladas.
Si urgente es la transición energética, la ecológica, la sociológica (bueno, de esta se habla menos, ya saben), más urgente aún es abordar la compensación nuestra, la del 20% de la población mundial que generamos el 80% de las emisiones, a todos estos paisajes y paisanajes que he visto convivir día a día con los efectos del impacto climático, una realidad que les hemos impuesto a ellos… y también a nuestras futuras generaciones.