Música, emoción, cultura
Música, emoción, cultura

Música, emoción, cultura

Tampoco me lo tengáis en cuenta, tal vez sea lo bonito e intenso de lo que viví hace pocos días en Dublín, la ciudad de los pubs y la música. Pero me vine de aquel país con la sensación de haber experimentado algo único. Paisajes espectaculares que cuentan con la inigualable climatología irlandesa como aliada, una arquitectura diferente, y un ambiente irrepetible en sus pubs.

En aquellos entrañables y peculiares pubs se reúnen gentes de todo tipo; jóvenes, menos jóvenes y mayores. Allí se come y se bebe, o se bebe y se come, tanto da. Pero, sobre todo, se vive! Flota en el ambiente un perceptible y penetrante sensación de comunión, de sencillez que emana del simple hecho de compartir la energía de esa música en directo. Las voces adquieren otro matiz, sobre todo porque vuelan libres y espontáneas escapando al ruido uniformizador de los ritmos reguetonianos o exageradamente pegadizos que proliferan en cualquier pub autóctono.

Lo se, también aquí tenemos encantadores rincones donde aún poder disfrutar de esa música inspirada e inspiradora. Ya os dije al principio que posiblemente la intensidad de lo vivido y, también, por qué negarlo, el efecto de ese famoso y oscuro brebaje irlandés, guíen estas palabras. Puede ser, pero en todo caso, os dejo estas líneas como una confesión íntima y unas fotos de la fuerza que se escucha y se ve.

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