La experiencia en Dublín os será, muy probablemente, grata. Además de por todo lo ya conocido y esperado, por poseer unas zonas verdes notables tanto en tamaño como en calidad. Ya sabemos que el clima acompaña. Pero, más allá de ello, hay aspectos culturales y de gestión que merecen destacarse.
Por ejemplo, la concepción del espacio verde como espacio de vivencia y convivencia, con muy pocas prohibiciones de “pisar” el verde. El aspecto de convivencia no es menor, y en este caso el dublinés extiende esa cultura de convivencia e incluso “comunión” que se experimenta en esos tradicionales pubs irlandeses, a las zonas verdes.
Pero, si algo me llamó la atención, fue esta escultura dedicada al ADN y a Darwin en pleno Jardín Botánico Nacional de Irlanda. Fusionar belleza, ocio y ciencia, de esta forma, resulta una genialidad. Sí, ya se que se puede pensar que es solo una escultura más en una zona verde más.
Pero es que resulta que el ADN es la vida recogida en un espacio diminuto, y toda esa vida que le rodea en aquel maravilloso jardín botánico es el resultado de su despliegue. Es como pasar de la frialdad de la bioquímica a lo grandioso de los sentidos, de lo minúsuculo a lo visible. ¿No es esta una bella metáfora?