Campos abandonados: SOS?
Hay una idea que, de forma recurrente, me viene a la mente. En realidad, es el paisaje periurbano quien se encarga de alimentar esta idea.
El paisaje, por naturaleza, es dinámico. Lo que observamos es, en sí mismo, la resultante de esas complejas y ocultas interacciones. Lo que percibimos como paisaje es la imagen resultante y, también, nuestra propia subjetividad.
El paisaje rural y el periurbano responde a estas mismas leyes. La “instantánea” que percibimos es la manifestación de todo ese entramado de procesos y organismos ocultos a nuestros ojos. En definitiva, lo que vemos tiene un significado.
Mis paseos por la ribera del Júcar, entre río y naranjos, es un placer sensorial y, al mismo tiempo, una oportunidad de aprendizaje. Cada día se muestra diferente. Eso es parte de su riqueza.
Pero, también, puede ser síntoma de un proceso poco deseable o, cuanto menos, merecedor de atención.
Esta reflexión es un momento, no pretende ser un análisis profundo ni sentar cátedra. Más bien, su objetivo es compartir una emoción y una reflexión surgida del cambio que el paisaje periurbano y rural está experimentando.
Por esta razón, doy paso a las siguientes fotografías, las cuales pretenden captar esos “procesos”.
La imagen 2 muestra un campo de naranjos recién arrancado. La miniatura resalta el campanario del pueblo vecino (Riola, València). Este contraste me provoca cierta desazón. No se si puedo concebir estos pueblos sin sus campos, y me pregunto se si ese discreto campanario se eleva sobre su entorno lanzando algún mensaje.
La imagen 3 nos muestra el dinamismo al que hacíamos referencia anteriormente. En primer plano, naranjos arrancados resecándose al sol, y al fondo, campos de naranjos salpicados por los (hasta hace poco) típicos olivos que se alternaban entre cultivos.
La imagen 4 ilustra el fenómeno de las plantas invasoras. Una esbelta hierba de la pampa (Cortaderia selloana) invadiendo un campo abandonado. ¿Invadiendo? Quizás está haciendo lo que sabe y debe: progresar en un medio favorable, medio que le hemos creado con nuestra gestión del medio.
Si un campo se abandona, seguro que es por falta de rentabilidad o por falta de relevo generacional, o posiblemente una combinación de ambos factores. Su abandono modifica el paisaje; recordemos, los procesos que lo configuran.
Así pues, estos sencillos paseos por la periferia y campos de nuestros pueblos nos están lanzando un mensaje. Lo recibimos, pues no paramos de hablar de lo urbano y periurbano, de los pueblos y el despoblamiento, de lo humano y lo divino… Pero, lo que quizás se está preguntando ese campanario (permitidme esta licencia) es si, además de hablar y debatir, tenemos claro que es imprescindible empezar a tejer consensos y lanzar acciones concretas.
No lo tengo claro. Me explico, tengo claro que existe voluntad, pero no tanto si hay suficiente altura de miras y generosidad para trenzar esas alianzas entre los actores que han de intervenir en el asunto.